sábado, 23 de mayo de 2009

El poema de la Constitución

Tengo en mis manos la Constitución consensuada en Octubre y empiezo a leerla, como corresponde desde el principio, tal como enseña el Rey de "Alicia en el país de las maravillas" puesto que es la mejor forma de entender las cosas. Y cosa rara no me encuentro con un texto aburrido como ingenuamente pensé al principio. Sino que encuentro la belleza de las palabras, y cuando avanzo en cada artículo en vez de apagarse esta llama, la misma continúa encendiéndose. Y es que la Nueva Constitución vive, porque muestra un futuro con esperanza a la vez que nos enseña como debemos vivir los bolivianos, esto es en armonía y paz.

Desde el principio este hermoso texto nos invita a construir un mundo mejor, pues induca que queremos construir "Un Estado basado en el respeto e igualdad entre todos, con principios de soberanía, dignidad, complementariedad, solidaridad, armonía y equidad en la distribución y redistribución del producto social, dónde predomine la búsqueda del vivir bien". ¿Díganme si no hay que ser de piedra para sentirse indiferente ante declaración tan hermosa?

Busco en el lugar y no encuentro las declaratorias de guerra, las llamadas al racismo, la superioridad aymara, en fin, todo el texto se sintetiza en dos palabras: Libertad e Igualdad. Me dijeron que habían hecho desaparecer las palabras República y Nación, que las tenían secuestradas e incomunicadas, pero ahí las encuentro todas orondas y alegres: "La nación boliviana está conformada por la totalidad de las bolivianas y los bolivianos, las naciones y pueblos indígenas originario campesinos, y las comunidades interculturales y afrobolivianas que en conjunto constituyen el pueblo boliviano" y la otra con no menos alegría: "La República de Bolivia adopta para su gobierno la forma democrática participativa, representativa y comunitaria, con equivalencia de condiciones entre hombres y mujeres".

Vuelvo sobre las primeras páginas y no deja de sorprenderme que hayamos elegido tantos símbolos como expresión de nuestra diversidad así se dice: "Los símbolos del Estado son la bandera tricolor rojo, amarillo y verde; el himno boliviano; el escudo de armas; la wiphala; la escarapela; la flor de la kantuta y la flor del patujú". Esta última en verdad no la conozco, como estoy seguro buena parte de los bolivianos, que ahora nos encontramos en un gigantesco abrazo, como nunca lo habíamos hecho durante tanto tiempo, siendo que vivimos juntos desde tiempos inmemoriales.

Las palabras en esta Constitución tintinean mostrándonos que un mundo mejor es posible pues así dicen que se promueve el "…suma qamaña (vivir bien), ñandereko (vida armoniosa), teko kavi (vida buena), ivi maraei (tierra sin mal) y qhapaj ñan (camino o vida noble). Mientras lucho con este ordenador para convencerlo que no me corrija qamaña por tamaña o maraei por Maradi, encuentro que hasta en eso debemos comprender que el mundo es más ancho y ajeno que nuestra estrecha mirada y que debo entrenar a este implacable corrector del lenguaje que ahora debe cambiar para que a paso lento pero firme se introduzcan estas palabras que por supuesto suenan mucho más hermosas que guerra, crimen o pobreza y por supuesto de lejos superan a ese horrible vocablo de los economistas llamado estanflación.

Por supuesto, que no es una Constitución perfecta, pero es nuestra y de nosotros depende que volvamos en acciones estos bellos pensamientos, pues debemos recordar que también en nombre de hermosas ideas se han cometido horrendos crímenes, pero si alguna vez eso ocurre, de eso no habremos de echarle la culpa a este bello texto. Pero además en buen romance debemos recordar ese viejo proverbio chino: "Es el hombre quien es capaz de hacer grande el camino que toma, no el camino lo que hace grande al hombre".

Por tanto, la senda está abierta ocupémonos de hacerla grande.

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